Nuestras
ideologías no son nuestras realidades, nuestra espiritualidad depende de
nuestra madurez emocional, quienes se han hecho llamar “Iluminados” nos han
dejado el sabor amargo de la lejanía divina.
Este proceso psicológico, mental que estamos
viviendo, repercute biológicamente, somatizamos toda la información que estamos
recibiendo.
Discernir
los métodos sofisticados del mal es nuestra tarea diaria para no sentir ese vacío
que nos impide ver nuestra realidad, le damos poder a ese principio y lo permitimos en
desconocimiento de una herramienta efectiva.
Ningún
principado (poder tras un principio) en el espíritu (emoción) tiene poder en la
tierra si no hay quien lo apoye, si nos prestamos a ello jamás cambiará nuestra
realidad espiritual, debemos identificar que emoción (espíritu), negativa o
positiva quiere influenciarnos.
La
inmadurez se traduce en devaneos. La madurez es propia de quien practica el
conocimiento verdadero, crecemos en el conocimiento del bien y nos olvidamos
que el mal también sofistica su crecimiento, aún peor, hemos olvidado nuestras
armas espirituales y perecemos como simples ignorantes.
Entender
es ser pionero, te da un nivel de autoridad que está intrínseco en el mismo
entendimiento, automáticamente nos lleva a ponernos de acuerdo en el verdadero
propósito divino, y las fallas, errores, temores son reconocidos como una
realidad.
Sanar es llegarle al núcleo.
Mi
reacción genera tu reacción y así nos hemos ido potenciando negativamente. Esto
imposibilita nuestra relación hasta que nos ocupamos a conciencia en lo que
sentimos.
Solo
cuando sentimos válido nuestro dolor, es cuando sanamos. Hay una parte del
dolor donde para sanar tenemos que dejar de culpar a los demás y sacar de
nosotros la autocompasión.
En
tu meditación u oración diaria ata todo sentimiento negativo en ti y desata un
sentimiento positivo que te embargue y contagie tu entorno, no te quedes en un “cancelado”
inefectivo porque tus pensamientos siguen en negativo.
Unete
a esta comunidad de guerreros contra el mal.
Helen
Vettor.
