QUE ES LA ECUANIMIDAD!?
La ecuanimidad es una poderosa energía de
precisión, cordura, armonía y equilibrio. Es imparcialidad, respuesta
proporcionada, medio justo, ánimo estable ante las vicisitudes o adversidades,
mente firme e imperturbable ante el elogio o el insulto, la ganancia o la
pérdida, lo agradable y lo desagradable.
Una persona espiritual usa su mente como un espejo.
No se aferra a nada ni rechaza nada. Recibe, pero no conserva. Un espejo
refleja innumerables imágenes, pero se mantiene intacto. Existe una actitud que
dirige su atención hacia donde necesita, pero que, al igual que el espejo, no
hace perder la propia estabilidad interior. Pero la ecuanimidad es también
compasión, pues nunca es frialdad, desinterés o falta de sensibilidad. Es la
visión equilibrada y clara que pone las cosas en su lugar y sabe ver, en el
fondo de los eventos y fenómenos, la acción de las leyes de la naturaleza. La
ecuanimidad surge al asumir conscientemente lo inevitable sin que el ánimo se
turbe. Todo fluye, todo se modifica, todo cambia. En realidad, a la larga, nada
permanece. La persona ecuánime comprende esta verdad, por eso mantiene el ánimo
sosegado aún en las circunstancias más difíciles.
Ecuanimidad es vivir en el presente, libre del
pasado y del futuro y sin reaccionar con avidez o aversión. El placer y el
sufrimiento se alternan e incluso se producen simultáneamente. La ecuanimidad
nace cuando uno no se aferra a lo agradable y no añade sufrimiento a lo
desagradable. Las sensaciones surgen y se desvanecen, es su dinámica natural,
como es la dinámica de esta Vida pasar.
Se vive ecuánimemente cuando se reconoce, en toda
su profundidad, lo que significa dejar que ocurran las cosas. Esto significa
vivir en una vasta quietud mental, en una calma radiante que permite estar
plenamente presentes en todas las distintas experiencias cambiantes que
constituyen el mundo y la Vida. La ecuanimidad es tolerar el misterio de las
cosas, no juzgar, sino permitir un equilibrio interior que permite acoger lo
que sucede, sea lo que fuere. Esta aceptación constituye la fuente de la propia
seguridad y confianza.
Cuando una persona considera cada vez más
experiencias como inaceptables para sentirlas o conocerlas, la existencia se le
vuelve progresivamente más reducida, más limitada. Cuando se vive abierto para
experimentar todo, se puede encontrar en esa aceptación la confianza y la
certidumbre que tantas personas buscan a través del rechazo del cambio.
Entonces uno aprende a relacionarse plenamente con la Vida, incluyendo a su
inseguridad. En vez de hundirnos en las reacciones inconscientes observamos
todo lo que nos sucede y obramos de una forma adecuada.
Al ser ecuánime una persona se desplaza desde la
pugna por controlar todo lo que sobreviene en la existencia a la sencilla y
verdadera vinculación con todo lo que existe. Tiene una perspectiva totalmente
diferente de la Vida pues, por lo general, el ser humano vive en un nivel de
rechazo que la debilita profundamente.
La ecuanimidad surge también cuando se ve la
ilusión del ego. Si no se comprende el hecho de que el ego ocasiona todo
ajetreo, confusión y sufrimiento, no se puede ejercer una verdadera
ecuanimidad. Se podrá suprimir la ansiedad y la inquietud pero no se vivirá la
imperturbabilidad, el equilibrio y aplomo que se llama ecuanimidad. La
consciencia y el conocimiento son la base de la ecuanimidad.
La ecuanimidad nace en por la comprensión, nace
cuando se da su verdadero valor a todas las cosas. Ser ignorante es dar falsos
valores a los diferentes aspectos que componen la Vida, y supone alejarse de la
ecuanimidad y de la espiritualidad.
La práctica de la ecuanimidad consiste en llegar a
conocer en toda su hondura lo que significa dejar pasar.
Es habitar en una vasta quietud mental, una
calma radiante que nos permite estar plenamente presentes con todas las
distintas experiencias cambiantes que constituyen nuestro mundo y nuestra vida.
Es tolerar el misterio de las cosas: no juzgar sino
cultivar un equilibrio de la mente que permita acoger lo que sucede, sea lo que
fuere. Esta aceptación constituye la fuente de nuestra seguridad y de nuestra
confianza.
Nos desplazamos desde la pugna (desde el juicio) por controlar
todo lo que sobreviene en la existencia al simple deseo de vincularnos verdaderamente
con todo lo que existe. Se trata de un cambio radical en nuestra opción
fundamental pues, por lo general, vivimos en un nivel de rechazo que nos
debilita.
Cuando definimos cada vez más experiencias como
inaceptables para sentirlas o conocerlas, la existencia se vuelve
progresivamente más reducida, más limitada. Cuando nos mostramos dispuestos a
experimentar todo, podemos hallar en esa aceptación la confianza y certidumbre
que antaño buscamos a través del rechazo del cambio. Aprendemos a relacionarnos
plenamente con la vida, incluyendo su inseguridad.
La ecuanimidad nace por la comprensión: dar su
verdadero valor a todas las cosas. Ser ignorante es dar falsos valores.
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